miércoles, 27 de febrero de 2019

De volver a la batería y otros demonios desatados

Ya no hay excusa para no metalear como debe ser

Eso de "en casa de herrero, azadón de palo" se cumple al pie de la letra en mi caso, pues cuanto más escribo por motivos laborales, más descuido este cuasi abandonado blog.

Sé que algunos de los que me conocen saben que no creo mucho ese cuento de que hay que estar inspirado para escribir, sin embargo, no ha de faltar ese demonio del bloqueo que impide que fluyan tus ideas al momento de plasmar frases en cualquier escrito, más cuando no pretende ser ni noticioso, ni informativo, ni formativo, ni cómico, como éste.

Aprovechando un momento muerto de mi actual empleo, me decidí a retomar este blog para desahogarme, ver qué se me va ocurriendo en la medida que digito el teclado de un computador ajeno y decido si hablo de música, mi vida personal, lo que pasa en mi entorno, o cualquier hecho sin importar si es trascendente o no.

En la grabación del segundo demo de Plato Frío, año 2007.

Los tarros me llaman

Bueno, ¡ya encontré tema! No deja de ser paradójico que aunque en la primera mitad de 2018 estuve cesante y, por ende, con mucho tiempo libre, no me decidí a retomar la práctica de la batería, ese instrumento que me apasiona y con el que tuve tantos momentos felices cuando toqué con bandas ya inexistentes como Dankkoma, Plato Frío, Tenis Rotos, No Name Band y Flashback. Ahora, cuando ya volví a mi dinámica laboral y cuando más compromisos he ido adquiriendo, ese 'guayabo' ha crecido, pero parece que hay asomos de remedio porque se me ha planteado la iniciativa de volver a los tambores, pero en esta oportunidad a chatarrear sin misericordia.

Un viejo buen amigo, Angelo, actual bajista de Murmur, banda de black/thrash metal de Medellín, me planteó la idea de armar un grupo de metal en formato power trio, asunto que me emociona y me compromete bastante, porque encierra el reto de retomar el instrumento, iniciar una rutina de estudio, ensayos y casi que mejorar lo que, para bien o para mal, hacía antes en las agrupaciones en las que estuve o llevarlo a otro nivel. Aún no sé qué tipo de metal será, pero sé que lo necesito...

Y es que después de pasar por propuestas cercanas al new metal, rock alternativo, hard rock y covers de bandas indie, creo que me llegó la hora de hacer la música que realmente me apasiona y me define como es el metal. ¡Ya veremos con qué sale el viejo Angelo y que le puedo aportar! Ojalá sea un cuento muy dinámico, agresivo, sencillo, bien trabajado y que le haga mover las cabezas a muchos metaleros que quieran oír nuevas bandas que le metan la ficha a esta escena rockera tan marginal.

Por ahora, ando juicioso estudiando rudimentos de batería, redobles, acoplándome de nuevo al coco del metrónomo, viendo algunos tutoriales y desoxidando un poco brazos y pies para estar en un nivel aceptable. 

lunes, 26 de marzo de 2018

¡Qué vuelva el rock and roll!


¡Hace falta el rock y el metal!

Hace cuatro años no escribía nada por estos lados, y eso pues que durante buena parte de mi vida me he dedicado precisamente a escribir. Ahora me enfrento a este lienzo en blanco que es la nueva entrada de un blog para abordar esos temas que me apasionan (rock y más rock), me inquietan y hasta me enojan.

 

En el momento que comencé este blog, mi intención estaba más enfocada a hablar de la música que me gusta, el rock, en especial el metal, desde un punto de vista más emotivo que académico. Sin embargo, le di cabida a momentos de mi vida que me marcaron: una operación de rodilla, situaciones personales y asuntos de comienzos de año que siempre me han puesto bastante ansioso.Y como de política, deporte, economía y salud es muy poco lo que sé y muy poco lo que opino (porque la ignorancia al respecto me domina), ¡pues volvamos al estruendo de guitarras, bajo, batería y voces que tanto me gustan!


Flow importado, ritmo cagado

El canal local Telemedellín comenzó en marzo de este año la presentación de una serie en la que hablan de los inicios del reguetón en Medellín y cómo se fue convirtiendo en patrimonio musical de la ciudad. Esto me hizo reflexionar acerca del fenómeno que llegamos a tener a mediados de la década de los años 80 en nuestra ciudad con el interés que suscitó el rock,en especial el
metal extremo y el punk, en agrupaciones, colegios, barrios, medios de comunicación y programas de radio de esa época. Recuerdo que muchos inflábamos pecho cuando se referían a Medellín como "la capital del rock en Colombia", hecho que ahora nos produce risa y pesar al mismo tiempo porque el reguetón se enquistó en nuestras montañas desde hace casi 20 años.

Quiero dejar en claro que no tengo nada que reprocharle al programa de televisión de este canal local, pero no puedo dejar de expresar mi tristeza al ver que el rock, ese fenómeno musical con el que muchos crecimos y escapamos -de alguna manera- de esa asonada de vallenatos, salsa romántica, música romántica, canción social y tonadas tropicales que poco o nada nos representaban, vuelve a ser una especie de manifestación artística casi que anecdótica, propia de una minoría de relegados a pequeños y escasos bares que tercamente siguen, pese a la subienda de discotecas y guateques reguetoneros que se tomaron a Medellín y su Área Metropolitana.

Pasamos, los rockeros, de ocupar un lugar medianamente visible en revistas, programas de radio, segmentos de televisión local y regional, a ser un nicho pràcticamente similar a una secta oculta con reducidas posibilidades de trascender... ¿Por qué? Creo que esta no las ganaron los reguetoneros que supieron organizarse y llegar a su público con una música mucho más accesible y permeable al gusto de djs, adolescentes y público seducido por esa continuación de músicas bailables a las que, por naturaleza, ha sido fiel el colombiano promedio.


No me malinterpreten: cuando digo que el reguetón es música más accesible no estoy inventando nada, basta con analizar un poco su estructura musical (armonía, melodía y ritmo) para notar que es de una simpleza tal que es fácilmente asumida por personas de casi todas las edades. Recuerden amigos que el rock en nuestro entorno siempre ha sido un asunto de marginados, en especial el metal y sus derivados. Somos los que no "encajamos", los poco populares y que mostramos interés en sonidos complejos, disonantes, extremos y con estructuras que no son asimilables con facilidad. De algún modo eso volvería a ponerse en contra -en términos de popularidad y visibilidad mediática- ante el embate de una música que fue el pretexto ideal para llevar los ritmos bailables a otro nivel del cual chuparon teta los raperos, que vieron la oportunidad de hacerse más visibles y ganar más dinero del que les entraba por ser los mimados de administraciones municipales que cedieron a sus lamentos barriales (basta con recordar la figuración que tuvieron en la administración del alcalde Aníbal Gaviria en cuanto evento de ciudad había... Se lo dejo de tarea).



 Cuestiòn de agremiación

No quiero ahondar en el tema del festival Altavoz que pareciera ser el último bastión de la vitrina del rock y el metal paisa. De eso no se trata este artículo. Quiero más invitar a una reflexión en la que lleguemos a consensos de por qué el rock y el metal volvieron a un estado marginal, al que muy poco le copian los jóvenes; que se volvió invisible para los medios locales y regionales, y en el que la "escena" se debilitó en términos de agremiación, solidaridad, propuestas, calidad y visión de negocio (salvo contadísimas excepciones). Esto último sí lo entendieron y aplicaron los reguetoneros. ¡Triste, pero cierto!


Sea este un humilde llamado a que el rock vuelva a tronar en forma de punk, metal, hard rock, rock and roll, blues y cuanta manifestación haya pese a que ya no haya emisoras de este género. Hay un compromiso gigantesco con las redes sociales, la autogestión y la siempre necesaria agremiación para seguir dejando un precedente que alguna vez dejamos como "la capital del rock en Colombia".

*Flow Importado, Ritmo Pegado es el programa de Telemedellín del cual hice el simil.


Metal Medallo, un gran esfuerzo de empoderamiento y fortalecimiento de la escena metalera de nuestra ciudad que ya quedó en el olvido.


martes, 19 de mayo de 2015

Ya no soy de esos de lavar y de planchar

Los que pasamos de los 40 años de edad hemos escuchado de familiares y conocidos una expresión muy coloquial que define el carácter de personas dispuestas a casi todo: "yo soy de lavar y planchar". Esta frase era -o es- de común uso cuando una persona expresaba su intención de que podían contar con ella "para las que sea", otra frase bastante común cuando de afrontar una situación se trata, sin importar si es buena o mala, cómoda o incómoda según el caso.

Supuestamente, cuando uno es más de "lavar y planchar", más puntos tiene a su favor por pasar por una persona descomplicada, humilde y dispuesta, pero me he dado cuenta con el paso de los años que yo me he ido alejando de esta condición a pasos agigantados.

Para nadie es un secreto que, con la llegada a ciertas edades, afloran varios caprichos, miedos o prevenciones frente a diferentes momentos que te exigen una disposición física y mental particular para encajar de la mejor manera. Algunos continúan con su espíritu aventurero, desabrochado y sencillo de afrontar los momentos como vengan, yo, por mi parte, si tengo la posibilidad de decidir si me convienen o no, lo hago sin dudarlo.

Definitivamente no soy de lavar y de planchar; cada vez soy menos "pa' las que sean" ni "me le mido a lo que sea", porque soy consciente de mis limitaciones, de mis embelecos y que la pose de "falso bacán" o de "desabrochado de postal" no van conmigo.

Me perdonan, pero aunque "tirar charco" es un buen plan, el paseo de olla se me hace de lo más incómodo y poco práctico del mundo.

No sé si con esta actitud estoy dejando de descubrir o ganar muchas cosas por renunciar a tener un espíritu aventurero y me esté enquistando en el cacareado y manoseado concepto de "la zona de confort", pero la verdad es que agradar a todo el mundo cada vez va menos conmigo y prefiero embarcarme en otro tipo de aventuras, quizá más personales, menos físicas, pero a mí parecer, más retadoras y enriquecedoras.

Es por eso que las idas a discotecas, acampadas, paseos ecológicos, rumbas crossover, picnics, partidos de fútbol, festivales, viajes a lugares exóticos, rumbas de amanecida y salidas a algunos pueblos poco o nada me llaman la atención. Valoro la tranquilidad, la comodidad y la alegría que me pueda traer una visita a las casas de los amigos; los bares pequeños que me dan gusto con la música y los licores que prefiero; las caminadas a sitios que refresquen o que no necesariamente me lleven a algún lado en particular, ir a cine o al encuentro con amistades ojalá en una finca o casa de campo.

Soy consciente de que el ambiente a cualquier lugar al que uno vaya lo hace la compañía o uno mismo si se lo propone, pero a estas alturas de mi vida no soporto ir a una fonda a que me amenicen mis tragos de cerveza o de cualquier trago al son de vallenatos, rancheras, reguetón, bachatas, urbana o música popular destemplada. Si mucho algunas canciones de "plancha" o "chucu-chucu" y eso con la voluntad muy doblegada por los guaros, whiskys o rones.

Y aunque crecí en un ambiente lleno de tías que se bailaban hasta el ringtone de un Nokia 1100, adquiriendo algunas habilidades básicas de danza de merengues, salsa y tropical, el baile se me hace harto y sobrevalorado como estrategia de acercamiento social. Ni se les ocurra que le jale al "perreo", al brincadito maricón de la bachata, al tongoneo insípido de los vallenatos o al paso de tío alicorado cuando suenan las notas del repertorio de Pástor López o Gustavo "El Loko" Quintero. A lo sumo uno que otro merengue ochentero o salsa que sea fácil "cogerle el tiro", aunque admito que algunas tonadillas electrónicas y alternofunk de los 90's me hacen mover sin mayores ruegos.

Amargado o no, complicado, cansón o caprichoso, lo cierto es que, para mí, nada mejor que poder dormir en mi cama luego de una noche tragos o, en el caso de un paseo, contar con una buena cama y un baño decente en lugar de pernoctar en una incómoda carpa y salir a hacer las necesidades en una letrina o detrás de un arbusto. Ni hablar de las fogatas para calentar una lata de frijoles, ¡benditos sean los restaurantes! Hasta en los conciertos que tanto disfruto, sino encuentro por lo menos un lugar temporal en el que me pueda sentar un rato, no le jalo. Y si hay asomo de pogo, me voy abriendo porque bastante tengo con estar de pie un largo rato para restregarme la chucha de otro sin la posibilidad de gozar a la banda en vivo en su total dimensión.

viernes, 15 de mayo de 2015

"Oh, oh, oh, nada personal"...

Luego de una ausencia de casi 3 meses en las que pasé por una montaña rusa de situaciones, sensaciones, alegrías, fracasos, tristezas y momento de reflexión bastante duros, regreso acá para que, por favor, me lean, analicen, critiquen, amen, odien o hagan eco de sus vivencias.

Si algo aprendí de las decepciones propias y ajenas que tuve durante mi periodo de convalecencia es la de bajar cada vez más las expectativas al máximo y hacer un mantra en mi vida la siguiente frase: "Nunca esperar nada de nada ni de nadie".

Tuve una verdadera epifanía entre marzo y abril, especialmente, sobre quiénes son verdaderamente mis amigos, esos que además de acompañar y acolitar las ocurrencias que cuento al son de unas cervezas, whiskys y rock and roll, también fueron mi paño de lágrimas, consejeros y guías en este momento de mi vida, uno en el que nunca antes me había sentido tan vulnerable física y emocionalmente.

Y en ese lapso de vulnerabilidad, de angustia e impotencia en el que las buenas noticias eran una verdadera quimera, ha llegado una oportunidad de crecer sentimentalmente, de no dar nada por sentado, de tomarme el tiempo suficiente para que lo que siento sea verdadero, auténtico, sumado a la gratitud y a redescubrir el amor y apego por la familia, esos que están con vos por más que metás la pata y no escarmentés.

A la fuerza, estremecido por la contundencia de lo desconsiderados que pueden llegar a ser quienes dijeron amarte con todo tu ser cuando se trata de sacarse en limpio en virtud de su egoísmo sentimental, de sus mecanismos de defensa revestidos por sus molestas superioridades morales, estoy aprendiendo (largo proceso) a domar mi ego, de no tomarme de manera personal (difícil pero no imposible) las quejas o críticas de quienes han estado o dejaron de estar con uno. Es su problema si entienden o no, allá ellos con su "madurez", a mí ya me llegó la hora de reír, de reposar y de mirar atrás solo cuando se atraviese el culo de una hermosa mujer.



viernes, 23 de enero de 2015

¡Cómo duele el rechazo!

El rechazo, ese eterno invitado de turno a momentos clave en nuestras vidas... No te aceptan en un colegio, en una universidad, en un empleo, terminan con vos en un noviazgo, no te aceptan documentos en un sinfín de trámites, en fin. ¡Cómo duele el rechazo!

Pero, ¿qué hacer? Cuando ese impulso de demostrar lo que valemos, lo que somos capaces de hacer, la capacidad de redención, la intención de cambio, la posibilidad de perdonar y ser perdonado es frenada por cualquier tipo de razón, ¡duele!, golpea el orgullo sin misericordia.

Foto: http://www.webmarketingemprendedores.com/


¡Qué débiles somos ante los golpes contra el orgullo!  Cuántas lágrimas, rabias, preguntas y desesperos surgen cuando ese porqué, respondido o no, no corresponde al esfuerzo que hiciste en medio de fallas, procesos de ensayo-error, consensos fuertes y frágiles, lo que en últimas es lo que media en la cotidianidad de una relación sentimental o, incluso, en una experiencia laboral en la que prescindieron de tus servicios.

Es fácil decir "hay que levantarse, sacudirse el polvo y salir adelante", además, pareciera que no hay otra opción. Pero... ¿Cómo sobreponerse a la arrogancia que arropa la falsa humildad, la "superioridad moral", la intransigencia, la obecación y la terquedad de quienes no admiten el disenso, las libertades individuales, las condicionantes de vida de cada persona, eso que, finalmente, nos hace humanos, proclives a fallar, a decepcionar?

No puedo haberlo dicho mejor el maestro Sting. Pónganle atención a la letra, aplica para relaciones de todo tipo.

Presento disculpas a quienes se toman la molestia de leer este blog, pero esa espina que me causa la incomprensión, pese a los defectos que uno tenga en medio de su vida cotidiana y en la interacción con todo tipo de personas, la tenía que expulsar de alguna manera. Prometo seguir con mis temas rockeros y metaleros pronto...



lunes, 5 de enero de 2015

Año nuevo, vainas nuevas

Después de un año 2014 repleto de altibajos emocionales, algunos quebrantos de salud y pasar por momentos memorables con amigos, familiares y compañeros de trabajo, comienzo este 2015 avizorando algunos retos y necesarios cambios físicos, mentales y hasta espirituales.

No soy de hacerme muchos propósitos en el comienzo de un nuevo año, porque por lo general no los cumplo. Prefiero ir al grano y solo procurar no cometer los mismos errores (fallo muchísimo en esto). Lo que me mueve ahora es salir bien de una cirugía de rodilla que me espera (me fregué el ligamento), retomar de nuevo forma y armar una nueva banda de heavy metal, una deuda que tengo conmigo mismo y algunos amigos hace ya varios años.


Esto es una muestra de la música que quiero hacer (más o menos) una vez me recupere de la cirugía de rodilla que quién sabe cuándo me la harán (ojalá pronto).


Tengo otros retos de crecimiento personal en los que no quiero ahondar aún, por lo que este año 2015 para mí será quizá de los más interesantes que pueda tener, porque pondré a prueba mi capacidad de asimilar aprendizajes de la mejor escuela que cualquier persona pueda tener: sus errores.

Espero poder compartirles con más frecuencia mis escritos en los que el hard rock, el heavy, el thrash, el death, el groove y hasta el metal progresivo tendrán las puertas abiertas, así como las apreciaciones que tengo sobre los asuntos cotidianos que me gustan y me aterran.

Saludos y feliz año a todos...


martes, 11 de noviembre de 2014

Llegó la hora de tocar "con güevas"

Para quienes me conocen no es un secreto el gran amor que profeso por el rock and roll, en especial por el metal y gran parte de sus subgéneros y de la alegría que me da cuando voy a un buen concierto, sea este en un bar, salón, teatro, coliseo o en un gran escenario al aire libre, sin importar si es una banda clásica, local, nacional o extranjera.

Cuando voy a un concierto me fijo mucho en la ejecución de los instrumentos, en como la banda se apodera del escenario, como se mueven, el manejo del público, las luces, las imágenes o efectos que usen y, obviamente, el repertorio. Repito, sin importar si la banda es nueva o vieja, criolla o internacional. 

Obviamente sé sopesar los factores a favor o en contra que tenga una agrupación al momento de su presentación, por ejemplo: cuando vi a Metallica  por primera vez, en 1999, sabía que estaría en un espectáculo de una de las bandas más grandes de la historia del rock, con un derroche de luces, potencia sonora, pirotecnia y demás que aún recuerdo con mucha felicidad. Cuando tuve la oportunidad de ver (y conocer al mismo tiempo) a Orphaned Land, en un toque casi que íntimo en el auditorio de la Alianza Colombo Francesa, en Medellín, en 2012, sabía que vería a un grupo en un espacio muy limitado, con pocas luces, pero que basó su espectáculo en un sorprendente concierto en el que la maestría en la ejecución de canciones complejas, una exquisita muestra de folclor judío y árabe, y una potencia increíble en las canciones más metaleras fueron protagonistas, demostrando la excelente calidad de estos simpáticos israelíes. 

A lo que voy es que, un buen grupo, sin importar la parafernalia, debe tener la suficiente capacidad de ofrecer un buen espectáculo casi que en cualquier sitio, siempre y cuando haya un buen sonido y condiciones de acústica. En este punto es en el que fallan gran parte de las bandas de rock y metal locales y nacionales, muy a mi pesar y el de muchos fans que dudan en pagar 10 ó 20 mil pesos por verlas tocar, por más bien montado que esté el concierto o el "toque".

Metal con güevas
Motörhead, el mejor ejemplo de una banda de "metal con güevas".
Una banda que toque "con güevas" no es más ni menos que un grupo que sustente su performance en un sonido contundente, en bloque, agresivo, rápido, denso cuando se debe, animado, que va al grano y no da lugar a dudar de su poder por la fuerza que transmiten. Bandas como las que mencioné antes, y otras como AC/DC, Airbourne, Kreator, Exodus, Overkill, Black Sabbath, por nombrar algunas (la lista es extensa y ustedes lo saben) han dado sus mejores conciertos en condiciones técnicas austeras o con los montajes más rimbombantes, sin perder su energía. Claro, llevan muchos años en este negocio, se han sabido hacer su nombre, pero también han pasado por las duras y las maduras sin claudicar en su empeño por sonar fuerte y con gusto.

La invitación es que las bandas nuevas, las de trayectoria mediana y las clásicas retomen las bases que han hecho grandes a las agrupaciones insignias del metal o hard rock: la energía que transmiten a su público en vivo. Eso no se da de un día para otro, pero un gran paso es que, como dijo o parafraseó un gran amigo y colega, Napoleón Bermúdez García (http://medellinsinmusica.blogspot.com/), las bandas no hagan de su toque un "ensayo con público", sino un espectáculo basado en la seriedad con la que asumen su papel en el grupo y como exteriorizan la alegría o la energía con la que interpretan (no tocan) cada canción. 

Para el metal, amigos metaleros, hay que tener (como dicen mis grandes amigos José David y Juan Diego López Medina) bolas, las pelotas bien puestas, porque ha falta que hace un grupo que pise duro y detone en tarima... Eso no lo da tocar death, thrash, hardcore (me perdonarán, pero en este género es donde más se dan la pela de la energía que transmiten a su público) o power, eso lo da la persistencia, la autocrítica y creerse el cuento sin posar tampoco de rockstars criollos. Hay muchas bandas locales que tienen esa ventaja, no entraré a citarlas todavía para no generar una polémica que, más adelante, plantearé por acá...