viernes, 15 de mayo de 2015

"Oh, oh, oh, nada personal"...

Luego de una ausencia de casi 3 meses en las que pasé por una montaña rusa de situaciones, sensaciones, alegrías, fracasos, tristezas y momento de reflexión bastante duros, regreso acá para que, por favor, me lean, analicen, critiquen, amen, odien o hagan eco de sus vivencias.

Si algo aprendí de las decepciones propias y ajenas que tuve durante mi periodo de convalecencia es la de bajar cada vez más las expectativas al máximo y hacer un mantra en mi vida la siguiente frase: "Nunca esperar nada de nada ni de nadie".

Tuve una verdadera epifanía entre marzo y abril, especialmente, sobre quiénes son verdaderamente mis amigos, esos que además de acompañar y acolitar las ocurrencias que cuento al son de unas cervezas, whiskys y rock and roll, también fueron mi paño de lágrimas, consejeros y guías en este momento de mi vida, uno en el que nunca antes me había sentido tan vulnerable física y emocionalmente.

Y en ese lapso de vulnerabilidad, de angustia e impotencia en el que las buenas noticias eran una verdadera quimera, ha llegado una oportunidad de crecer sentimentalmente, de no dar nada por sentado, de tomarme el tiempo suficiente para que lo que siento sea verdadero, auténtico, sumado a la gratitud y a redescubrir el amor y apego por la familia, esos que están con vos por más que metás la pata y no escarmentés.

A la fuerza, estremecido por la contundencia de lo desconsiderados que pueden llegar a ser quienes dijeron amarte con todo tu ser cuando se trata de sacarse en limpio en virtud de su egoísmo sentimental, de sus mecanismos de defensa revestidos por sus molestas superioridades morales, estoy aprendiendo (largo proceso) a domar mi ego, de no tomarme de manera personal (difícil pero no imposible) las quejas o críticas de quienes han estado o dejaron de estar con uno. Es su problema si entienden o no, allá ellos con su "madurez", a mí ya me llegó la hora de reír, de reposar y de mirar atrás solo cuando se atraviese el culo de una hermosa mujer.



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